miércoles, 31 de agosto de 2011

Monasterio de Yuste, Carlos V... (Extraído de Revistaibércica .com)

A dos kilómetros del pueblo extremeño de Cuacos, en el corazón de La Vera, se levanta el monasterio jerónimo de Yuste. Su origen se remonta a los primeros años del siglo XV, cuando unos ermitaños se retiraron allí a vivir tras la donación de los terrenos a la comunidad por un vecino de Cuacos llamado Sancho Martín. En 1414, los eremitas reclaman la protección del monasterio jerónimo de Guadalupe, y se acogen a la Orden de San Jerónimo, no sin problemas jurídicos. Es a partir de ese momento cuando comienzan las grandes obras en el monasterio, siendo del siglo XV la iglesia y el claustro gótico. En el siglo XVI, los Condes de Oropesa toman al cenobio bajo su protección y emprenden costosas construcciones y ampliaciones de la casa; las obras del claustro nuevo, renacentista plateresco, finalizan hacia 1554, coincidiendo prácticamente con la visita de Felipe II a Yuste, con objeto de cumplir el deseo de su padre de reconocer el monasterio para estudiar la posibilidad de retirarse allí a pasar sus últimos años. Era ésta una idea que ya llevaba rodando por la cabeza del Emperador Carlos V, y cuando, a partir de la mitad del siglo XVI, se siente cansado, va dejando parcelas de poder en manos de su heredero y pensando cada vez más en el retiro.

Siendo el monasterio del agrado de Carlos, se decide a ejecutar su proyecto y ordena la construcción de su vivienda en un ala del cenobio, dando precisas indicaciones de las trazas, orientación y proporciones. No pudiendo esperar a la finalización de las obras, en los primeros días de 1557 llegó Carlos V a Yuste, cuando aún no se había finalizado el acondicionamiento de las estancias para la servidumbre; poco tiempo disfrutará el Emperador de su retiro, pues falleció el 21 de septiembre de 1558 a consecuencia de fiebres palúdicas.

La estadía de Carlos V en Yuste marcará para siempre a esta casa, dotándola de un contenido histórico y riqueza artística que antes nunca había conocido, a pesar de que Felipe II se llevó el cuerpo de su padre al monasterio de El Escorial en cuanto lo finalizó.

En 1809 sufre el monasterio un pavoroso incendio a manos de las tropas francesas, quedando reducido prácticamente al claustro gótico. Con las leyes desamortizadoras del primer tercio del siglo pasado, el monasterio es expropiado, siendo comprado por el señor Tarrius, quien lo sacó a pública subasta y a punto estuvo de venderlo a Napoleón III si no hubiera sido por el celo patriótico del marqués de Mirabel, que lo adquirió con el objeto de evitar que la casa cayera en manos francesas. A pesar de las pequeñas obras de conservación emprendidas por el nuevo propietario, el monasterio estaba abocado a su total destrucción por el paso del tiempo y la incuria provocada por la exclaustración, de no haber sido porque en 1941 la casa de Mirabel cedió la propiedad de Yuste al Estado, encargándose el trabajo de una ambiciosa restauración al arquitecto José Manuel González Valcárcel, que llevó a cabo una total reconstrucción de la casa que resucitó a Yuste de entre las cenizas.

En 1941 la casa de Mirabel cedió la propiedad de Yuste al Estado, encargándose el trabajo de una ambiciosa restauración al arquitecto José Manuel González Valcárcel, que llevó a cabo una total reconstrucción de la casa que resucitó a Yuste de entre las cenizas

En 1958, concluida la restauración, se llegó a un acuerdo con la Orden de San Jerónimo para que la comunidad reocupara el monasterio dándole nueva vida. Posteriormente, se abriría la casa al público que quisiera visitar este lugar de hondo significado carolino. Con objeto de hacer más interesante la visita de la casa, se procuró llenar las estancias del palacio. Para ello se estudió el inventario de objetos realizado a la muerte de Carlos y se procuró recuperar las piezas que allí figuraban. Se vistió también la iglesia, sacristía, coro, etc., con objetos procedentes del propio Yuste, que habían sido repartidos por pueblos de la zona tras la exclaustración.